• 05/02/2025 14:06

Lo Que No Se Escucha: Los Redonditos de Ricota

Lo que no se escucha en una canción refiere a los recuerdos, sucesos y personas que le dan sentido a las melodías. Hay lugares y sensaciones a las que solo podes llegar escuchando música. Mayormente las canciones que te conmueven forman parten de la banda sonora de tu vida. Somos un poco lo que escuchamos, porque escuchamos lo que somos. Y si bien la idea no es escribir sobre música, buscaremos en la música historias para contar.

Por: Deja de Gritar

Para algunos una manifestación artística que habla de experiencias místicas y afrodisíacas a base de cocaína, para otros una banda que dice lo mismo que las demás bandas contestarías. Hay quienes los definen como intelectuales que vieron el negocio del anonimato y algunos creen en la mitología de Patricio Rey. Para mí un volcán de sensaciones que te pasa por arriba al escuchar las melodías y luego cada uno hace con eso lo que quiere, o lo que puede.

No consumir televisión por cable hoy es algo totalmente naturalizado, ser anti multinacionales es cool, la filosofía viene en frascos y ser independiente es una dependencia popularizada. El contexto no es un dato menor al escuchar la banda porque lo que hoy parece redundante en los 80’ sonaba disparatado. (“Bailará para la prensa y dedicará el nuevo rock de las cavernas a su vanidad”)

El indio en su libro detalla la procedencia de algunas de las letras pero lo cierto es que eso solo sirve para saciar la parte más ñoña del fanático, las canciones quieren decir eso que nos sucede al escucharlas independientemente de las explicaciones. El imaginario colectivo construye y deconstruye sus canciones todo el tiempo con absoluta subjetividad.

Hay tantos personajes escondidos en su poesía que cuando los encontras pareciera que avanzaste tres casilleros. Son micro ideas formadas por la voz, el mensaje y la música que socavan el cerebro. Pero no es un lavaje de cabeza porque no te implanta una idea sino más bien te facilita herramientas para que hagas prueba y error con tus propios miedos y creencias.

Las canciones de los redondos tienen la particularidad de que una estrofa te atraviesa de pies a cabeza y sin darte cuenta te encontras en un momento cualquiera replanteándote la existencia a consecuencia de un simple juego de palabras (“Algo me late y no es mi corazón”, “vivir solo cuesta vida”, “el futuro llego hace rato”). A veces el resto de la canción nada tiene que ver con tu viaje pero elegís entender el argumento que necesitas para corroborar tu sentir. Un simple recorte de la obra puede volverse tu latiguillo de cabecera (“bang –bang estas liquidado!”) o un estandarte de vida (“El maldito amor que tanto miedo da”).

Si la poesía te mueve un poco, si sos curioso o si alguno de tus trances emocionales sucedieron en simultaneo a una de sus canciones es muy probable que hayas podido apreciar ese interminable diccionario que hay detrás de cada estrofa, esos disparadores que te quedan resonando incómodamente en la psiquis por días (“Fijate de qué lado de la mecha te encontras”, “En algunas cosas el diablo siempre es neutral”, Viven temiendo despertar de sus sueños).

Su popularidad y su lirica (a veces) sin sentido hace que sean amados pero también los vuelve un blanco fácil para la crítica, siendo las drogas y los mensajes satánicos un argumento recurrente a la hora de desacreditarlos. El ser humano a veces critica y agrede todo aquello que no entiende, o no quiere entender.

Hay muchos estados de ánimo repartidos entre los discos y tienen tres de las mejores canciones de amor del rock nacional: Esa estrella era mi lujo, tarea fina y la hija del fletero. A veces te logran meter tan adentro de la historia que pareciera que estas en medio de una novela y hay algunos solos de viola que si cerramos los ojos tranquilamente podría ser la banda sonora de una película, la cual más de una vez imaginamos mientras sonaba El ángel de los perdedores o El blues de la libertad.

Cuando tenía veinte años el servicio militar había terminado hacia muchísimo tiempo sin embargo existe un régimen natural al que no podemos escapar, o al menos no deberíamos. Es el termómetro que marca la temperatura del comportamiento diario, quizás la despedida a la mejor etapa de nuestras vidas. Hoy no estamos obligados a ser soldados pero nuestra psiquis necesita en algún momento una reseteada al término de la pubertad para luego actualizar la información. Los vínculos que elegimos, las canciones que escuchamos, los lugares a los que concurrimos, las lecturas y las costumbres que vamos adoptando irán moldeando el futuro. En esa línea me crucé con Patricio Rey y sus redonditos de ricota.

No hay nada más genuino que el sentir, es una de las pocas cosas que no podemos cambiar voluntariamente. Quizás por eso el mito fue mito antes de disolverse, tal vez sentir sus canciones sin entender lo que decían nos ayudó a entendernos un poco más a nosotros mismos. Encontramos pistas sobre cómo encarar los asuntos, nos hicieron sospechar del sentido común y corroboramos más tarde que hasta el mejor testigo se puede contradecir.

Hay tanta fraternidad en los Redondos que si se vuelven a juntar sentiría que se mintieron a ellos mismos. La historia sigue estando presente porque sus actores continúan haciendo su ruido propio pero también es cierto que pueden brillar, en parte, gracias al mito. Que nunca más toquen todos juntos ejemplifica la ausencia de perfección en la que vivimos desde siempre.

Se pueden encontrar infinitas sensaciones e hipótesis detrás de la obra de Los redondos, a mi me empujo un montón de veces a ver la melancolía y la basura que escondemos en el alma para hundirnos en la comodidad emocional. Resistí muchas veces con el saxo de Sergio Dawi de fondo sin saber si volvería a salir el sol pero convencido de que tenía que sanar las heridas.

No son súper hombres, no considero que sean la mejor banda del rock nacional ni reemplazan a Dios. Pero sin dudas hay un evangelio Ricotero que opera en el inconsciente colectivo y que nadie es capaz de manipular, ni siquiera sus creadores. Es una manifestación artística que nos invita a ver, entre otras tantas cosas, que detrás de los desafíos se esconden las glorias del alma y que “la vida sin problemas es matar el tiempo a lo bobo”.