Lo que no se escucha en una canción refiere a los recuerdos, sucesos y personas que le dan sentido a las melodías. Hay lugares y sensaciones a las que solo podes llegar escuchando música. Mayormente las canciones que te conmueven forman parten de la banda sonora de tu vida. Somos un poco lo que escuchamos, porque escuchamos lo que somos. Y si bien la idea no es escribir sobre música, buscaremos en la música historias para contar.
Por: Deja de Gritar
Las emociones no hacen diferencia de género, idioma o geografía. No podemos elegir que nos conmueve y que no. Raul Seixas fue uno de los primeros artistas que estando en Brasil me acercaron a Charly, y no lo digo a modo de comparación si no de esencia.
Cuando el doctor Carlos me hizo escuchar esta canción pasaron por mi cabeza situaciones, años, lugares y sensaciones encontradas que me hicieron extrañar mi lugar. Quería que alguno de mis amigos estuvieran aquí para hablar de mis emociones sin tener que describir el contexto.
La mayoría de las cosas que nos suceden tienen explicaciones; racionales, psicológicas, históricas, genéticas, ancestrales, culturales. Pero lo cierto es que cuando suceden las situaciones las razones no nos sirven de mucho. A la felicidad no le interesa saber por qué nos estamos riendo así como tampoco al dolor le alcanza con saber los motivos.
Cuando el alma queda vacía busca llenarse de la basura que nosotros mismos generamos al sobrepasar. Cuando no hay nada los colores se multiplican y las decisiones se vuelven daltónicas, los días se hacen más largos y los accidentes emocionales hacen fila reclamando explicaciones y criticando nuestras políticas emocionales.
En esos momentos todo huele a la soledad, todo nos parece lejano, respirar se vuelve pesado y cada tanto exageramos un suspiro para corroborar que seguimos acá. Angustiados, mentales, molestos, pero estamos acá.
Después de declararnos la guerra una y otra vez, cuando ya no sabemos a quién echarle la culpa o responsabilizar comenzamos a sentirnos, a transitar cada cosa que nos pasa. No es un final, si no un comienzo. Es volver a llorar, volver a pasarnos por el cuerpo el dolor y la angustia, pero ahora ya sin tanto enojo.
Es un filtro de amor que nos purifica desechando cada gramo de ego y rencor, y sin darnos cuenta las emociones comienzan a estar templadas, nos abrazamos y comenzamos a reír mientras lloramos.
Cuando empezamos a habitar el vacío el silencio se vuelve canción, aparecen ruiditos sutiles, el viento nos acaricia y el sol recita poemas que habíamos olvidado.
Cuando dejamos de padecer lo intangible y aceptamos las ausencias comprendemos que la única persona a la que veremos toda la vida será a nosotros mismos.